La vida está llena de decisiones, algunas tan simples como qué ruta tomarás para llegar al trabajo y otras más complejas como qué carrera vas a estudiar.
Escoger una opción
Hablar de decisiones es hablar de alternativas. Cuando nos vemos obligados a decidir es porque hay más de una cosa que podemos hacer. A veces tomamos una decisión y antes de ejecutarla nos asalta la inseguridad. Esto es normal si es una decisión que impactará grandemente nuestra vida, como puede ser, aceptar un trabajo en otro país. Ahí es importante analizar bien todas las opciones.
Cada decisión trae sus consecuencias. No siempre las decisiones serán entre una cosa buena y una mala, si fuera así seria fácil escoger. Hay momentos que tendremos que decidir entre lo “menos malo” y posiblemente nada de lo que se nos presenta nos agrada. Son esas veces en que ninguna de las alternativas nos complace.
Decidir, a pesar de…
Hay decisiones que te retan a ver de qué estás hecha, que te hacen recordar tu esencia. Decisiones que te rompen el alma y sientes que te dejan un vacío en el corazón. Son ocasiones donde lo que decidas no sólo te afectará a ti sino que podría cambiar las vidas de otras personas. Es ahí donde necesitas agarrarte de toda tu entereza y de tu fe. Clamar a lo alto pidiendo ayuda para tomar la decisión correcta y luego pedirle fuerzas al Padre para respetar la decisión tomada sin volverte atrás. Cuando esto pasa, sólo te queda la satisfacción de haber hecho lo correcto.
Las decisiones difíciles nos llevan a ser mejores personas. Cuando decides en beneficio del bien común o eres capaz de negarte algo porque sabes que dañará a otras personas, aniquilas el egoísmo en ti y tu alma se libera. Agradece a la vida esos momentos que te fuerzan a dar lo mejor de ti.