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“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio.”
2 Timoteo 1:7
¿Por qué somos tan cobardes para tantas cosas? Muchos de nosotros no lo queremos decir y mucho menos aceptar que lo somos, porque ser cobarde no es una buena característica para estar pregonándola a todo el pueblo. Ser cobarde implica no tener valor, el ánimo, la entereza o la capacidad para afrontar una situación. Es tener miedo paralizante ante un paso a dar. Lo vemos en el chico que no se atreve a decirle a la mujer de su sueños cuánto la ama en silencio, es el profesional que no da un paso para expresarse ante una asamblea nutrida de empresarios, es el padre de familia que no acepta la responsabilidad ante las consecuencias de una mala decisión o aquel joven que siente vergüenza en decir que ha tomado la decisión de seguir a Cristo.
Ese espíritu no es con el que Dios nos ha capacitado. Así se lo dice el Apóstol Pablo al joven Timoteo. Los jóvenes por lo regular son atrevidos cuando creen que no hay resultados contrarios ante diferentes escenarios. Si ellos perciben que tienen que dar respuestas y explicaciones más adelante, se detienen y se paralizan. Les da temor afrontar las consecuencias de sus actos. Pero al joven Timoteo, Pablo le recuerda que Dios lo ha capacitado con otro espíritu, que es de poder. Es ese Espíritu que te capacita para ejecutar algo, es tener la fuerza y la facultad para afrontar cualquier situación. Pablo como mentor del joven Timoteo le da su mejor consejo: Aviva el fuego del don de Dios que está en ti. En otras palabras, ya tú lo tienes, solamente avívalo, hazlo real, no actúes como si no lo tuvieras porque ya el Señor te lo dio.
Dios no sólo nos ha regalado ese espíritu de poder, sino también de amor y de dominio propio. Es esa capacidad ejercida, dándole frente a las cosas con autoridad, pero con amor y buen juicio. Creemos que con tener poder es suficiente y las puertas se nos abren, pero al lado tiene que ir el amor y el dominio propio, porque de lo contrario una cosa afectará a la otra. Vamos a caminar por el mundo dando ejemplo de que ese Espíritu lo hemos avivado en nosotros y lo tenemos. Seamos valientes para dar cara ante las muchas circunstancias que se nos presentan a diario. El Espíritu de Dios está con nosotros y es Él quien nos capacita y nos da sabiduría para resolver nuestros problemas de la mejor manera posible. No más temor, sino que nos declaramos valientes en el nombre del Señor.
