«En realidad, a estas alturas ya deberían ser maestros, y sin embargo necesitan que alguien vuelva a enseñarles las verdades más elementales de la palabra de Dios. Dicho de otro modo, necesitan leche en vez de alimento sólido.»
Hebreos 5:12
Los niños se distinguen por su inocencia, característica que mientras vas creciendo se va perdiendo pero a la misma vez se va extrañando. Un adulto puede determinar a qué situación le da importancia o prioridad y a cual no. La experiencia y el conocimiento los capacita para llegar a esas conclusiones y reconocer la seriedad de cualquier situación. Es en este punto donde la madurez hace la diferencia entre niños y adultos. La mentalidad de un adulto es diferente a la de un niño y se espera que sus actos también lo sean. Lamentablemente hay muchos adultos que todavía siguen comportándose como niños lo que nos indica que no han madurado. Una y otra vez les siguen incomodando las mismas cosas. No van renovando su mente.
Esta situación particular no sólo se refleja en nuestra época sino que el autor de los Hebreos enfrentó una situación similar, pero esta vez con la fe. Al leer los primeros capítulos de esta carta nos damos cuenta que los hebreos habían sido enseñados con unas verdades. Verdades tales como, el sacerdocio de Cristo y su intercesión delante del trono de Dios. Ellos también conocían que se puede entrar confiadamente al trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para sus tiempos de necesidad. Que Cristo sufrió tentaciones como las pasamos tú y yo, pero sin pecado. Estas son verdades que tú y yo también sabemos. Pero a pesar de todo ese conocimiento algo sucedió.
Es como si el autor nos dijera a nosotros también: “Con todo lo que tú has aprendido ya debes ser ejemplo para todos” ¿No vas a madurar? ¿Vas a seguir quejándote porque las cosas no te salen como tú quieres? ¿Vas a seguir triste y sin esperanza como los que no tienen al Señor? ¿Vas a seguir dudando de la misericordia de Dios? ¿Vas a seguir entusiasmado una semana y a la otra se te olvida lo que Cristo ha hecho por ti? Deberías ser maestro. Deberías saber que a quien tienes en el cielo es al Señor, a tu Creador y que te invita a que lleves todas tus cargas ante su presencia.
No hay tiempo para darle importancia a detalles que en nada aportan a tu vida espiritual y que lo único que hacen es desenfocarte. Levántate, entra al trono de la gracia confiadamente y echa a un lado toda tristeza y confusión. Demuestra que ya eres un maestro.