«Señor, tú me has examinado y me conoces; tú conoces todas mis acciones; aún de lejos te das cuenta de lo que pienso. Sabes todas mis andanzas, ¡sabes todo lo que hago! Aún no tengo la palabra en la lengua, y tú, Señor, ya la conoces.»
Salmos 139:1-4
¿No te parece maravilloso pensar que Dios realmente nos conoce? Pensarás: “Mmmm, es que si hago algo “malo”, también lo va a saber”. Pues eso es lo maravilloso: que aún lo que te aparta de Él, ya lo conoce y puedes ir libremente donde Él a confiarle tus debilidades y tus pesares.
De Dios no nos podemos esconder; Él sabe hasta lo que estamos pensando. Conocemos de su Omnisciencia pero la ignoramos muchas veces. El salmista se descubre plenamente ante el Señor porque él sabe que no hay otro lugar donde lo podamos hacer. El ser humano lo que busca es ver dónde fallas para criticarte, aplastarte, reírse, hacer de ti fiesta. Pero con nuestro Creador es diferente. Él conoce tus debilidades y hace provisión diaria para sostenerte. Si caes, ÉL está presto a tenderte la mano. ¿Sabes algo? Dios es nuestro aliado y esa información que Él sabe sobre ti, la va a usar a tu favor; jamás, en tu contra.
Es el mejor cómplice que podamos tener, porque a la misma vez es de quien dependemos. Perdón, Misericordia, Amor, Compasión son adjetivos que, entre otros, describen su esencia, lo que ÉL es. Dios no sabe hacer otra cosa que no sea amarnos.
Debemos sentir la necesidad en cada momento de reconocer que Dios mejor que nadie nos examine y nos revele dónde estamos faltos delante de Él. Nuestra mente y nuestro corazón nos pueden engañar, pero una vez pasados por los Rayos X (radiografía) del Salvador todo mejora. Ahí reconocemos nuestras faltas porque Él lo sabe todo. Él ahonda en nuestros caminos y pensamientos y como dice su palabra: nos hará entender, porque sobre nosotros Él tiene sus ojos. ¡Amén!