«Entonces ustedes se darán cuenta otra vez de la diferencia que hay entre el bueno y el malo, entre el que adora a Dios y el que no lo adora.»
Malaquías 3:18
Cuando somos niños, los adultos se esmeran por enseñarnos principios y valores para que seamos ciudadanos adultos de bien. Pero a pesar de que se nos va adoctrinando para esto, a medida que vamos creciendo nos damos cuenta que aparentemente el ser bueno o hacer las cosas correctas no nos ayuda mucho. La presión de las situaciones diarias nos pone a prueba mientras nos preguntamos si realmente vale la pena y nos sentimos tentados a hacer lo contrario. Nos sentamos a pensar y vemos que quien no hace la fila para adquirir algo sale primero, quien no paga a tiempo no tiene consecuencias y quien miente en algún formulario es a quien más rápido le contestan y le responden positivamente a su pedido. Ahí es cuando la frustración llega, cuando no tenemos lo que creemos obtener por los medios adecuados y pensamos que servir a Dios es inútil, no funciona. Ese mismo sentimiento era el que permeaba en el pueblo judío en los tiempos del profeta Malaquías; no es cosa nueva. Pero la palabra del Señor sigue permanente, el interés del Señor en sus hijos es inmutable. Nuestras situaciones Dios no las ve como nosotros las vemos, como situaciones, como hechos aislados, sino que Dios nos mira como un todo y al final ese todo va a salir victorioso.
Servir a Dios no nos sirve de nada. ¿Que ganamos cumpliendo la ley? ¿Qué provecho tiene? Porque los malos no solo prosperan sino que salen bien, no reciben ningún castigo – ese era su pensamiento. ¿Te identificas? ¿Alguna vez has dicho cosa semejante? Pero como dicen por ahí: “déjalo que hierva, que el ablanda”. Todo es cuestión de tiempo. Lo que se hace bien SIEMPRE va a prevalecer sobre lo malo. Esas son expresiones muy duras delante del Dios Todopoderoso, porque significaría que los buenos no tienen quien los defienda. Que nos han dejado a la deriva. Pero el Señor todopoderoso nos dice que hay una diferencia entre el bueno y el malo, entre el que adora a Dios y el que no lo adora, Él tiene esto muy claramente definido y separado. Ese momento va a llegar, porque hay una gran diferencia. Esa apariencia no va a durar para siempre. Porque Dios sabe tener cuidado de los suyos. Descansa confiadamente en que Dios es quien dirige todos tus pasos y que todo cuanto pasa a tu alrededor al final del camino es para tu beneficio. Jamás el hacer lo malo va a triunfar sobre el bien. Volvernos a Dios y hacer su voluntad no es cosa inútil, vale la pena serle fiel y seguir sus mandamientos, porque un día te darás cuenta que hay una diferencia entre los que sirven a Dios y los que no le sirven, entre los buenos y los malos. Quiera Dios que en tu corazón arda el deseo de estar en el grupo de los buenos que adoran al Señor.