“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.”
Hechos 20:24
Hoy día vemos cómo las prioridades van cambiando de generación en generación y de cultura en cultura. Lo que en el siglo pasado era importante, ya no lo es. Todo se ha trastocado. La vida egocentrista va desplazando poco a poco todo aquello que antes tenía mucho valor y prioridad. Ya la iglesia, la familia o los hijos se quedan rezagados ante mis metas y bienestar como individuo. Queremos ver resultados que nos beneficien con la ayuda de Dios, pero se nos ha olvidado a lo que fuimos llamados. Somos parte del Reino de Dios y como en todo Reino hay sus deberes y responsabilidades en pro de ese Reino. Esa debe ser nuestra prioridad, el Reino. Se nos han dado herramientas y recursos para lograr el propósito por el cual hemos sido llamados. Nuestras herramientas son para esa tarea, no para otra donde buscamos nuestro bienestar. Es cierto que vamos a pasar por muchas vicisitudes, pero hasta para ellas estamos preparados.
El Apóstol Pablo tenía muy claro a lo que fue llamado y tenía las fuerzas y las energías para lograrlo, aunque también sabía que todo eso le traería prisiones y tribulaciones. Aun así, él mismo expresa que nada de eso lo va a mover. Los sufrimientos y las cargas que le vengan no van a definir su modo de proceder, no lo van a desviar de su propósito. La demostración de agradecimiento y de entrega con Dios es visible, esto es fidelidad y compromiso. La meta es una: “acabar la carrera con gozo”. No es sólo cumplir con la encomienda, sino disfrutarla y vivirla para terminar alegre, contento. Él mismo dice que ni su propia vida es más importante. No está aquí para pasarla bien, para estar cómodo, sino para estar enfocado en el ministerio que Dios le ha dado. Ese sentir del alma se verá reflejado en cada una de sus acciones.
Nos hacen falta muchos Pablo que estén definidos y orientados hacia el Reino. En saber que nuestra prioridad debe ser realizar la encomienda para la cual hemos sido llamados. Es bueno tener metas, sueños y deseos. Esos también son parte del Reino, pero deben estar alineados con los planes de Dios. Seremos testigos de cómo Dios ordena cada uno de nuestros pasos en el caminar por la vida, si vamos dirigidos hacia la misión para la cual fuimos llamados. Esto es el Reino y no tiene número, simple y llanamente es nuestra prioridad.