«El Señor volvió a decirme: «Ve y ama a una mujer amada de su amigo y adúltera. Así ama el Señor a los israelitas, aunque ellos se vuelven a dioses extraños y comen de las tortas de pasas que les ofrecen».»
Oseas 3:1
La historia del profeta Oseas es una historia extraña, una historia de amor incomprensible donde todo el que la escucha tiene algo que opinar. Es admirable esta situación donde más que obediencia se resalta amor, persistencia y sacrificio. Tres elementos que no todos tienen el valor para tenerlos. Este caso es uno singular donde Dios mismo le pide al profeta que ame a Gomer, nada más y nada menos que la prostituta del barrio. Oseas y Gomer hacen un hogar, una familia, pero no pasó mucho tiempo en que ella vuelve una y otra vez a estar con los hombres que le proporcionaban todo, menos felicidad.
La vida de esta pareja no era una vida fácil, pero Dios tenía planes con ellos, como probablemente los tiene con tu relación aunque ahora no veas la salida. Todas las parejas tienen problemas y situaciones, pero eso no debe ser tan fuerte como para renunciar a lo que una vez decidiste, que fue estar con esa persona y amarla. Dios no ha tirado la toalla contigo, no se ha rendido. Cuando Oseas se dio cuenta que su esposa había regresado a su antiguo modo de vivir, la buscó, tantas veces fue necesario. ¿Ves por qué es una historia extraña? Sí, es tan extraña como extraño es el amor de Dios para con nosotros. Un amor que no importa lo que hagas te sigue amando y llama tu atención repetidas veces, todo esto porque decidió amarte. Es un amor persistente, que no se da por vencido. El amor es una decisión, tú decides a quien amas. En medio de mentiras, infidelidades, traiciones y engaños, Dios se mantiene ahí, amándonos, no importa las veces que le demos la espalda. Él sigue siendo fiel, aunque nosotros seamos unos adúlteros espirituales.
Reconozcamos quien nos ama y no pensemos más de forma egoísta, buscando nuestros intereses, sino pensemos en quien está dispuesto a hacer todo para que seamos felices, aquel que ofrece un amor incondicional, no importando las fallas. Hay algunos que piensan que el amor cubre unas cosas pero otras no, ese es nuestro pensar, pero el amor que Dios nos enseña es el que cubre todo, no discrimina y no tiene límites. Es un amor puro, que nos mira por lo que somos y no por lo que hemos hecho. Que está dispuesto a buscarnos una y otra vez de manera persistente y hasta el punto de sacrificar todo para que volvamos a Él. Sigamos este ejemplo, no nos cansemos de amar. Amemos sin medida, sin prejuicios, con entrega, dejando todo por atraer la atención de aquel que es objeto de nuestro amor.