Perdemos tantos años intentando complacer las expectativas de otros. Nos esforzamos por llegar a las metas que trazaron nuestros padres o maestros. Luego, crecemos y nos hacemos adultos; entonces nos desgastamos por cambiar para complacer a la pareja y se nos pasa la vida intentando ser quienes no somos.
Encontrar mi propia voz tomó años. Es un largo camino plagado de tropiezos y también de grandes satisfacciones, un camino que aún no termina. Dejar de sentirte culpable por las reacciones de otro sobre tus opiniones y acciones no se logra de la noche a la mañana. Liberarte de culpas que no te corresponden tampoco.
Aceptación
Todo comienza con aceptación y agradecimiento: aceptar quién eres tú (con tus defectos y limitaciones) y agradecerle a Dios todas las bendiciones que siempre has tenido y que tal vez no has visto. Como digo en mi más reciente libro, cuando haces las paces contigo se nota; tienes un brillo diferente en los ojos y te proyectas diferente. Los demás lo notan también y se acercarán. En un mundo donde casi nada es real, ser genuino atrae más que la miel.
Agradecimiento
Ser agradecido incluye aceptar con alegría lo que nos regalan. Cuando descubres cuán bendecid@ eres, comienzas a disfrutar cada día. Puedes tener un día de locos, con tantos problemas que te falten dedos en las manos para enumerarlos; sin embargo, conservarás la paz. Tu corazón puede estar triste pero no desesperado; puedes sentirte frustrado pero no derrotado o decepcionado pero no perder la esperanza.
¡Permite que resuene tu propia voz! Aunque sea tan bajita –apenas audible– al principio, inténtalo. Arriésgate a expresar tu opinión, con respeto, y a ser tú mism@. No es que te vuelvas rebelde y contradigas todo, sólo que para descubrir quién eres, necesitarás tomar decisiones que no siempre agradarán a otros. Eso es parte del crecimiento nuestro y también de los que están a nuestro lado. ¡Anímate!