La violencia que nos arropa no será contenida con más violencia. No es posible neutralizar una cosa utilizando el mismo elemento. Si algo está salado no se resuelve echándole más sal. Podemos seguir enviando más policías a la calle, podemos activar el ejército y la guardia nacional y no será una solución. Es urgente que cultivemos el respeto y la paciencia. Que le enseñemos a nuestros niños y jóvenes el valor de estas dos palabras, que sin llevarlas a la práctica son sólo eso: palabras.
Aprendiendo a controlarnos
Las personas no se tornan violentas de la noche a la mañana. Buda decía que “Al igual que la leche fresca no se vuelve agria de golpe, tampoco los frutos de las malas acciones llegan de repente”. Creo que todos llevamos algo de violencia dentro en mayor o menor grado. La diferencia estriba en cómo hemos controlado esa violencia a lo largo de la vida.
Si una persona se ha acostumbrado toda su vida a ceder a sus impulsos, a no controlar su carácter y a resolver los conflictos a gritos, es difícil que pueda mantenerse ecuánime cuando llegue a la adultez. San Juan Bosco decía “De la sana educación de la juventud, depende la felicidad de las naciones” y “La buena educación es el germen de muchas virtudes.”
Educar las emociones
Entonces, cultivar el respeto y la paciencia es una manera de educar nuestras emociones. Controlar cómo actuar en cada situación es algo que muchas personas aún no practican. ¡A enseñar practicando! Respetar cuando el otro habla, escuchar atentamente para entender sus razones y debatir sin manipular son maneras de aportar a nuestra sociedad.
Cuando alguien te contesta groseramente o es áspero contigo es momento de ejercer la paciencia. Pregúntale: “¿Te sucede algo?” Esa pregunta trae a las personas a la realidad, muchas veces están siendo rudas y no se dan cuenta. Tal vez están tan ensimismados en sus problemas que no se percatan de cómo están reaccionando. Así que si el otro es violento contigo, respira profundo e intenta contestar de la mejor manera. Si no actuamos diferente a lo que criticamos, seremos parte del problema y no de la solución.
Adelante ¡Cultivemos el Respeto y la Paciencia!
Hay un proverbio que dice : «La paciencia es un árbol de raices muy amargas, pero de frutos muy dulces». Con paciencia se alcanzan las grandes metas ..poco a poco. Para que ese arbol de buenos frutos hay que cuidarlo con abono, agua y sol, quitarle las malas yerbas y los insectos. Esos cuidados son la oración constante, que con mucha fe y confianza le pedimos al Espíritu Santo, el rodearnos de personas con los valores cristianos, alejarnos de personas violentas, mal habladas, de las que nos quitan la paz , de programas de radio y TV de tipo basura.
Me ha gustado mucho este artículo. Cuánta razón tienes en todo lo que dices. Sólo añadiría lo importante que sería pedir a Dios el Don del Autodominio (dominio de sí) a fin de tener paciencia y controlar nuestras emociones. Muchas gracias por tus reflexiones y un abrazo y un beso muy grandes desde Madrid….
Maribel, gracias por tu comentario. ¡Tienes mucha razón! Hay que pedirle a Dios con insistencia ese gran don. Abrazos