¿Alguna vez te has preguntado cuánto te conoces? Tal vez estés pensando “Mirna, ¡por Dios! ¿cómo no me voy a conocer?” Muchas veces vamos por la vida pensando que sabemos quiénes somos, qué nos mueve o nos inspira y lo que somos capaces de dar.
Percepción distorsionada
Esa percepción puede no ser muy objetiva. Como se basa en lo que tú piensas de ti, si no hay nada que te saque de tu radio normal de operación no vas a poder comprobar cuán cierto o no es. A veces la vida te pone en situaciones que prueban ese conocimiento que decías tener de ti. Puede que un amigo te decepcione, tu patrono te trate injustamente o alguien pase antes que tú en la fila del banco. La situación puede ser grande o pequeña, complicada o simple, eso no es lo importante. Lo que importa es si es capaz de sacar esos “monstruos” que todos llevamos dentro.
“Monstruos” sueltos
Cuando descubres que actuaste egoístamente en un momento dado y tú te considerabas alguien generoso. Cuando perdiste la paciencia e hiciste un “papelón”, tú que te jactabas de ser bien paciente. Cuando te someten a tanto estrés que estás a punto de tirar la toalla… Estás comenzando a conocerte realmente. Eso es bueno, porque te ayuda a no creerte más que los demás y también a entender cómo se comportan los otros.
Recuerdo un momento que tuve que admitir que actué egoístamente. Este proceso fue conmigo misma pero no por eso fue menos doloroso. Como no me consideraba así, tener que admitirlo fue doloroso para mí. Aun así, creo que cuando esto sucede es preciso darle gracias a Dios porque es una bendición que nos regala. Muchas personas no son capaces de ver sus debilidades y es un verdadero regalo que podamos verlas y descubrir cómo somos realmente.
¡Alégrate si sientes que la vida te está probando! Recuerda que el oro se funde a casi 2.000 grados Fahrenheit y hay que remover las impurezas para que pueda ser útil.