En un viaje reciente, tuve que hacer varias conexiones. En una de ellas, cuando llamaron para abordar, entramos a un túnel que iba descendiendo y parecía que cada vez nos acercaba más a la pista. Cuando me di cuenta, comencé una “protesta mental”: “¿No me digas que este es uno de “esos” aviones? ¿Sabes cuánto hace que no me monto en un avión por escaleras? Deja que pueda hablar con quién me hizo la reservación…” Cuando finalmente salí del túnel y vi el avión, fue peor. Era tan pequeño que, aunque no le temo a volar, mil pensamientos se agolparon en mi mente.
Aun así subí, pues había otros esperando detrás de mí. Como el espacio era reducido, me costó trabajo acomodar mi maleta, abrigo, bolso y yo. En medio de todo esto me pregunté: “Mirna, ¿hay algo que puedes hacer para cambiar esto?” No podía bajarme del avión pues ya estábamos a punto de despegar y aunque lo hiciera, el próximo avión sería igual. Había personas esperándome en la otra ciudad y tenía que hacer esa ruta. Así que me dispuse a pasarlo lo mejor posible. Conversé con mi compañero de viaje que resultó ser de mi país y disfruté de las espectaculares vistas que ofrecía este avión pues al ser pequeño volaba más bajo.
A veces nos pasa así en la vida. No siempre decides tú las cosas que te afectan. Puede ser que decidan trasladar la compañía donde trabajas a otra ciudad o incluso a otro país. Eso te plantea una relocalización que no deseas o tal vez hasta quedarte sin empleo. Puede ser que la persona con quien has compartido tu vida decida irse de la casa; eso tendrá un impacto en tu estabilidad emocional, financiera, etc. Podemos poner muchos ejemplos más y en la mayoría de los casos estas cosas ocurren sin previo aviso. Entonces ¿qué hacer cuando no decides tú?
El 1er paso siempre será analizar las alternativas. Puede ser que las alternativas sean viables pero no de tu agrado. Por ejemplo, en este viaje que te conté, podía cancelar mi vuelo y buscar otro medio de transporte, pero tomaría más tiempo. Analizar eso es sumamente importante pues hay ocasiones en que sólo nos queda asumir la situación y vivir con ella. En el ejemplo de la pareja, pueden intentar reconstruir la relación y que la persona regrese, pero lo que finalmente decida el otro tampoco puedes controlarlo tú.
El secreto es que en realidad siempre eres tú quien decide. Porque aunque la vida te ponga en una difícil encrucijada, serás TÚ quien decida si te amargas o lo superas lo mejor posible.