Las relaciones entre los seres humanos a veces se tornan difíciles. Aun con los que queremos tenemos diferencias de opinión o serios conflictos. Aunque suene contradictorio, a veces herimos más a las personas que tenemos más cerca de nuestro corazón. Tal vez porque la confianza que existe hace que no midamos tanto las palabras como si nos dirigiéramos a un extraño.
La amistad y la familiaridad
Es cierto que la amistad y la confianza traen ciertos beneficios a nuestras relaciones. Con los amigos podemos ser más libres y genuinos, pero debemos tener cuidado. Cuando nos enojamos o discutimos, muchas veces decimos cosas que no son las que realmente sentimos. En medio de una discusión acalorada no actuamos de la misma manera que cuando estamos calmados y probablemente quisiéramos regresar el tiempo para recoger palabras que no quisimos decir.
Controlando el mal humor
El problema es que las heridas dejan cicatrices y no todas son fáciles de sanar. Una vez escuché decir que cada vez que ofendemos a alguien es como si claváramos en un pedazo de madera: aún cuando removamos los clavos se quedarán las marcas dañando la madera.
Respiremos profundo y contemos hasta diez… hasta cien si es necesario para controlarnos. En este mundo donde cada vez es más difícil establecer y mantener relaciones profundas necesitamos cuidar las que Dios nos ha regalado.