«Vino, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.»
Juan 11:17
En esta era nos hemos acostumbrado a que todo sea instantáneo. Café instantáneo, sopas instantáneas, comidas refrigeradas, microondas, televisor con control remoto; todo lo que queremos lo logramos con apretar un botón y nuestros deseos se hacen realidad. Pero no tardamos mucho en darnos cuenta que nuestra experiencia con Dios no es igual. Dios hace las cosas en su justo momento. Muchos creemos que el Señor tiene que concedernos hasta nuestros caprichos en el momento que lo queramos y no reconocemos que el reloj de Él trabaja diferente. El Señor tiene un propósito en cada una de las cosas que hace y nada ocurre fuera de tiempo, sólo cuando tiene que suceder.
Lázaro se enfermó y sus hermanas llamaron inmediatamente a Jesús, su amigo. ¡Que decepción para ellas pues Jesús no llegó con la premura que ellas lo esperaban! La Biblia es clara cuando dice que el mensaje le llegó al Maestro, porque ante la noticia Él tuvo una respuesta. “Esa enfermedad no es de muerte”, fueron sus palabras, “sino para la gloria de Dios”. Marta y María se aseguraron de que Jesús supiera de quién ellas estaban hablando, pues Jesús amaba a Lázaro. Había propósito en esta crisis familiar; Dios no permite las cosas por puro placer. Ante ese pedido desesperado, Jesús llegó cuatro días más tarde. Lázaro ya había muerto. Tal vez pensemos que ya era demasiado tarde, que ante la muerte ya nada se puede hacer; que es el fin de todo. Los reclamos no se hicieron esperar y le dijeron al Maestro, “si hubieses estado aquí Lázaro no hubiese muerto».
Pero Jesús nos dio una lección: nada es imposible para Él, ni la muerte lo intimida. Con solo pronunciar las palabras contundentes: “Lázaro ven fuera”, la naturaleza le obedece impartiendo vida a quien ya llevaba cuatro días en la tumba. Jesús no tiene prisa. Él va a llegar en el momento preciso y va a hacer lo que haya que hacer para que su propósito sea cumplido. Cuando todas las puertas se cierren y ya todo esté terminado y la desesperación nos alcance porque no hay solución, todavía Jesús puede llegar, porque Él no tiene prisa.