«Perdónanos nuestras deudas, como también perdonamos a nuestros deudores.»
Mateo 6:12
Gracias le doy a Dios que muchas veces Él ignora las cosas que decimos y no las toma en cuenta. Cuando decimos el Padre Nuestro, repetimos: “Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. ¿Así? ¿De la misma forma? ¿Queremos que Dios nos perdone como nosotros perdonamos a los que nos ofenden? No, no creo que eso sea una buena idea. Cristo nos enseñó lo que es perdonar, perdonó sin reproches, simplemente por amor. Perdonó nuestros pecados y los tiró al fondo del mar, esto es borrón y cuenta nueva. Cuando nos estaba dando la lección del perdón expresó en la Cruz del Calvario: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. ¿Podemos imitarlo?
Quien no tiene la capacidad de perdonar es aquel que no le ha dado la oportunidad al Señor de trabajar en su interior, porque Él es el único que nos puede ayudar en este proceso. Mientras tanto se siguen perpetuando en su corazón heridas que no le dejan avanzar en la vida. Con nuestras fuerzas no lo lograremos. Quien único se beneficia de un acto de perdón somos nosotros mismos. Cuando perdonamos entendemos nuestra debilidad humana y nos liberamos de sentimientos que nos oprimen y nos atormentan. Una vez damos paso a liberarnos de esas opresiones y llegar a una reconciliación con nuestro prójimo podemos levantar nuestra vista y mirar hacia un futuro prometedor.
La solución a los múltiples problemas que tenemos como sociedad no es seguir albergando tanto odio y coraje en nuestro corazón y culpando al gobierno por una sociedad sin escrúpulos. A medida que cada individuo se responsabilice por sus actos y trate de reconciliar su espíritu volviendo a Cristo seremos una sociedad digna de vivir sin peligro. Hay que ir depurando nuestro ser y no dejar que nada nos dañe. Bien dice una frase expresada por Nelson Mandela y cuya notoriedad fue alcanzada con el Arzobispo Desmond Tutu: No hay futuro sin perdón. Quien dice estas palabras es alguien que por su color ha sido marginado y privado de su libertad, pero reconoció que si quería seguir adelante tenía que perdonar. Si como individuos y como sociedad queremos ser felices, necesitamos perdonar. No podemos pasar de un año a otro, de una generación a otra, con cargas que nos hacen infelices, creando malestar en esta sociedad que se levanta. La puerta hacia el futuro se llama perdón. Hay que perdonar si queremos tener un futuro glorioso.