Cuando salí de Portugal, en 2010, para trabajar en París me sentí muy solo al principio. Era mi primera experiencia de expatriación. Sin amigos o familia cerca y con una timidez muy típica de los portugueses, tardé algún tiempo hasta disfrutar plenamente de la Ciudad de las Luces…
En mi último día en la oficina en Portugal una colega se acercó de mí. Le interesaba mi cambio de vida y me hizo muchas preguntas: ¿Cómo te sientes? ¿Dónde vas a vivir? ¿Qué vas a hacer? ¡¿No tienes miedo?!
Aquella última pregunta se quedó en mi cabeza algún tiempo “¡¿No tienes miedo?! ¡¿No tienes miedo?!” La respuesta que le di fue política: “¡Claro que no! ¡Es lo que siempre quise!”. Pero no era eso lo que sentía. ¿Para qué mentirme a mí mismo? No era…
Al llegar al Aeropuerto de Orly, con 4 maletas enormes, vi que me esperaba un motorista en un Mercedez Classe E. Me quedé impresionado, no esperaba ser recibido así pero tampoco me descompuse. En mi francés primario le di la dirección de mi nueva casa en París. Recuerdo como si fuera hoy ese trayecto. Finales de enero, frío polar, las árboles sin una hoja. Y todo pasaba a una velocidad enorme. Quería decir al motorista que condujera más despacio. No estaba listo para empezar…
Mi familia en París empezó por ser una sola persona, Catia, la colega que en mi último día en Portugal me preguntó mil cosas. Ella también se fue a trabajar a París y llegaría tan solo un par de meses después de mí. Ella también fue sutil en sus preguntas. No me contó todo y por eso me sentí menos mal con las respuestas que le di, pensé, riendo para mis adentros…
Éramos simples colegas en Portugal pero yo ya nutría mucha admiración por ella. Pero ella no lo sabía. Me gustaba su actitud como directora y admiraba su pragmatismo. Creo que ella también nutría alguna admiración por mí, pero es solo una sospecha, nunca tuve valor de preguntarle aunque hoy seamos amigos. ¿Una vergüenza no? Pero esto lo contaré en otra oportunidad. Mi vida en París merece un post entero y ahora estamos aquí para hablar de Río de Janeiro.
¿Por qué Río?
Pues porque justo Catia, después de 2 años en París, se fue a trabajar ahí. Me invitó a pasar el nuevo año en Copacabana y yo, claro, no lo pensé dos veces…
Abrazo,
Vagamundo Portugués