«Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.»
Efesios 5:20
La palabra gracias está cayendo en desuso en la sociedad moderna. Hay poca gente que realmente se siente agradecida de los demás. Sentirse agradecido es sentirse inmerecido de un favor y esto conlleva humildad. En nuestra carnalidad le damos paso a creernos merecedores de lo que hacen por nosotros y nada más lejos de la verdad. Es momento de ser agradecidos por todo lo que tenemos, porque si meditas bien, el Señor te ha bendecido con mayor abundancia de la que tus actos lo ameritan. Agradece que Él no te ha pagado conforme a tus hechos, porque si no la historia hubiese sido otra.
Hoy, quiero reconocer que sin Dios mi vida no sería la misma y que si decidiese negarle, como dice un cántico de Jesús Adrián Romero, no sabría a dónde ir. Que sin su presencia sería como un pájaro herido que se muere en el suelo. Que sólo por su gracia y por su eterno amor estoy aquí. Yo quiero ser agradecida, no sólo con Dios sino también con todos los que me rodean, porque todos ellos en menor o mayor grado aportan a que mis días sean diferentes y que Dios se deje sentir en cada una de mis situaciones.
¿Quieres presencia de Dios en todo tu caminar? ¿Tienes idea de dónde es que habita Dios? Dios habita en la alabanza. En aquellas palabras que lo exaltan y lo adoran. No en aquellas que son críticas, protestas y reniegos. Hoy agradezco al Señor por mi familia, por mis vecinos, por mis amigos, por mis hermanos, por mi trabajo, por mi comunidad, por mis compañeros de trabajo, por mis padres, por mi iglesia, por mis superiores, por mi ministerio, por todo.
Seamos agradecidos y hagamos el compromiso de darle al Señor siempre lo mejor; dando gracias a Dios por todo y por todos.