«Jabes oró al Dios de Israel, diciendo: «Te ruego que me des tu bendición y un territorio muy grande, que me ayudes y me libres de males, para que yo no sufra.» Y Dios le concedió lo que le había pedido.»
1 Crónicas 4:9-10
La conversación que se tiene con Dios por medio de la oración no requiere ni de palabras sofisticadas ni de un tiempo cronometrado porque Dios no tiene reloj. Requiere de un corazón sincero, lleno de deseos de entablar intimidad con su Salvador. Jabes derramó todo su deseo en esta oración. Una oración genuina e integral. Con pocas palabras él declaró un manantial que le cubriera toda su vida y la de los suyos. No vino ante Dios con una lista de peticiones detalladas sino que buscaba la gracia de Dios.
Esta oración se compone de cuatro partes: Bendición, Expansión, Ayuda y Cobertura. La bendición invoca el apoyo activo de Dios para el bienestar de quien lo pide. Es tener el favor de Dios de día en día. Asegurar la bendición de Dios con nosotros es lo mejor que nos puede ocurrir. Solo nosotros limitamos a Dios, porque Él está dispuesto a bendecirnos en abundancia.
Jabes reclamó espacio. Quiso más influencia, más responsabilidad y más oportunidades para distinguirse en el servicio de Dios. Pocas personas hoy en día reclaman más, a menos que sea para su propio beneficio. Él necesitaba espacio suficiente para desarrollarse y crecer. Hay que expandirse, hay que salir del espacio estrecho y ampliar nuestro horizonte, las cercas (vallas) tienen que caerse. De esta forma bendeciremos a otro en nuestro camino. Dios le iba a prosperar, no solo a él sino a los que le rodean. Al obtener todas esas cosas, él sabía que sin la ayuda de Dios no podía hacer nada. Dios es el único de quien podemos reclamar ayuda incondicional. Él siempre está listo a darnos la mano en todas las circunstancias. Finalmente, le pidió al Señor que lo librara de males para no sufrir. Es el deseo del Señor que sus hijos no sufran, que a sus hijos le vaya bien y lo menos que debemos hacer es engrandecer su nombre de día en día. Dios quiere que seamos bendecidos con toda bendición espiritual pero tenemos que pedírselo y como a Jabes, Dios contestará nuestra petición.
No queremos bendición para ostentar y mirar por encima a los que tienen menos, sino para agradar al Señor, bendecir a los que nos rodean y vivir una vida de adoración a nuestro Dios. Así sea.